EL LABERINTO DEL FAUNO
España, México, Estados Unidos; 112 min.
Dirección y guión.- Guillermo del Toro
Reparto.- Ivana Baquero, Doug Jones, Sergi López, Ariadna Gil, Maribel Verdú y Álex Angulo
Sinopsis.- Ofelia cree en los cuentos de hadas, pero su vida en la España de 1944 no tiene nada que ver con las princesas, hasta que descubre que es heredera de un reino subterráneo. Para merecerlo, debe superar las duras pruebas a las que le somete el Fauno, además de encararse con su padrastro, un despiadado General franquista.
Érase una vez una industria cinematográfica incapaz de llevar a cabo películas de talla internacional. Érase que se era una industria escasa de ideas originales, anclada en el pasado, y débil ante las películas llegadas del extranjero. Érase una vez un cine español repleto de sobrevalorados alatristes, enajenados torrentes, y autodenominadas princesas...
Así de negro pintaba la cosa hasta que a Guillermo Del Toro, ese mexicano simpaticón, se le ocurrió llevar a cabo esta parábola-cuento-película llamada El laberinto del Fauno, ganarse al más escéptico de los espectadores (entre los que, ahora ya avergonzado, no tengo más remedio que incluirme), y de paso, dejar en ridículo a otros directores que, recientemente, habían intentado hacernos creer en sus mitos y seres de lo fantástico (ya sean jóvenes del agua o hadas con cara de artistas pop patrias).
Y es que, guiado por una planificación y un montaje difícilmente superables (ojo a los Oscar), Del Toro encuentra una de las mayores fortalezas de su film allí donde otros muchos cuentos de celuloide han caído por su propio peso: la credibilidad. Y no era fácil, porque la película narra dos realidades diferentes. Una la recreada o histórica, y la otra, la creada o fantástica.
No obstante, lejos de presentar las dos realidades como diferentes, El laberinto del Fauno combina ambas hasta conseguir un equilibrio perfecto en el que cada una participa de la otra de manera indisociable, convirtiéndolas así en dos mitades de la misma obra (¿maestra?). De esta manera, ambas narraciones irán complementándose mutuamente, hasta no saber dónde empieza la una y termina la otra, dónde termina el cuento de hadas y dónde empieza la cruda realidad (¡qué sutil y a la vez certero usar el mismo comedor para el Hombre pálido y el Capitán Vidal!).
Y justo en ese instante en el que el espectador ya casi cree en las hadas, Del Toro vuelve a jugar con él, y lo devuelve al primer plano de la película. A ese plano en el que, desgraciados todos, nos recuerda que la realidad no conoce reinos de bondad, ni sabe de finales felices. ¿Moralista? Genial.
Nunca una niña se fiaría de una cabra de dos metros ni se encontraría cómoda entre cientos de escarabajos como puños. Ni siquiera una niña rara enganchada a los cuentos de hadas. Ninguna excepto la protagonista de El laberinto del Fauno.
Guillermo del Toro se pasa la verosimilitud por el forro de Doug Jones porque le pierde su gusto por las tomatinas y su odio por los (cab**nes) Nacionales. Mezcla realismo histórico con un retrato maniqueo de los franquistas, basa el suspense exclusivamente en los acordes musicales y distrae al espectador con estridencias gore. Las vísceras desproporcionadas son para reírse, no para vengar la Guerra Civil española: no vienen a cuento (de hadas).
La estructura de videojuego (o matar bichos de dificultad creciente) no puede deslumbrar al espectador cuando el gran monstruo ha sido vendido en el tráiler. Sí, es el de la foto y debería paralizar la respiración cuando se mete los ojos en las palmas. Se siente.
¿Esta historia no la contó ya (y mucho mejor) Lewis Carroll?